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He Criado Un Buen Hijo Prologo

 

PRÓLOGO

—Madre.
 
Una voz baja y temblorosa se quebró levemente y se quedó en sus oídos con un sonido muy suave. Abella cerró los ojos con fuerza ante esa dulce llamada y comenzó a temblar.
 
—¿Por qué estás llorando?
 
—Bebé… Por favor no hagas esto ¿de acuerdo?
 
A pesar del llamado tan triste de la madre, el hombre se limitó a levantar suavemente las comisuras de la boca y se secó las lágrimas con delicadeza.
 
—Yo, yo… Yo soy tú madre…
 
—Shhh, está bien. Nadie nos está juzgando.
 
Una mano grande comenzó a rozar el muslo de Abella y empezó a moverse lentamente hacia su lugar secreto.
 
—No puedes hacer esto…
 
Ahora, mirando a su hijo quien ya tenía el cuerpo de un hombre, Abella comenzó a llorar. Sin embargo, él se abrió paso entre las piernas de su madre.
 
—Mira mi pene.
 
—Hmmm… Carlyle…
 
—Otras mujeres humanas no pueden abrazarme. Todas verán mi pene y se escaparán diciendo que soy un monstruo.
 
—No… No, no es…
 
—Madre, dijiste que me amabas.
 
Abella suspiró y simplemente bajó la mirada. Luego, como él dijo, algo abultado y enorme que podría considerarse monstruoso mostraba su grandeza al mostrarse erecto frente a Abella. 
 
El semen espeso fluía de la punta del glande color rojo oscuro, y la piel  gruesa estaba llena de protuberancias que daban la impresión de que no era humano.
 
—¿Mi madre también piensa que soy un monstruo?
 
—¡Carlyle…!
 
—Mi madre es terrible conmigo… Me siento como un monstruo con un pene como este. ¿Por esa razón también me estás evitando? 
 
—Oh, sabes que no es así. Bebé, por favor…
 
Carlyle bajó su gran cuerpo y susurrando dijo:
 
—Entonces madre.
 
—Ahh… Ugh…
 
El pequeño se había convertido en hombre de gran tamaño como si siempre hubiera sido así. En ese momento era difícil para Abella recordarlo como un niño.
 
—Por favor, permíteme poner mi pene en la linda vagina de mi madre.
 
Tan pronto como terminó de hablar, tocó sus labios suaves y un breve silencio apareció. Abella sabía que esto era algo que se suponía no debía hacer con su hijo, pero estaba tan confundida que no podía apartarlo, solo suspiró y aceptó el beso.
 
—Si madre no me da permiso, no tendré más remedio que encerrar a mi madre y meterle i pene a la fuerza.
 
Incluso en la habitación oscura, los ojos rojos de Carlyle brillaban intensamente.
 
—No quiero cometer tal desobediencia.
 
Sus manos tocaban cada parte mientras vagaban sobre la delgada ropa interior que cubría su vagina. Luego, frotó suavemente el clítoris que sobresalía de su ropa interior.
 
—Ahhh…
 
Abella movía su cuerpo mordiendo su labio con fuerza sintiendo un placer vertiginoso.
 
—¿Me odias tanto?
 
—No, no… No bebé… Yo…
 
Abella, que reflexivamente negó el placer que sentía, lo llamó ‘bebé’ como de costumbre. Entonces la expresión de Carlyle cambió sutilmente.
 
—Ya no soy un bebé.
 
Sin duda, su apariencia ya no era la de un bebé.
 
Con una altura de más de 190 centímetros y hombros anchos, era como una bestia de las montañas. Su pecho firme y abdominales prominentes como si hubiesen sido tallados, eran los de un hombre que ya había alcanzado su edad adulta.
 
Además, en su pene parecía fluir gran cantidad de sangre y se mantenía erecto.
 
Parecía mucho más grueso que el delgado antebrazo de Abella, y se veía muy intimidante a pesar de que Carlyle solo sostenía la punta.
 
Abella ni siquiera podía imaginar que ese pene pudiera caber dentro de ella. Simplemente negó con la cabeza y murmuró que no podía.
 
—Me gusta mi madre.
 
Carlyle le dijo con voz cariñosa.
 
—Así que, por favor…
 
—Ya… Ya Carlyle… Me gustas, sabes. ¿Cómo no puedo amarte?
 
Aún llamándolo bebé, Abella trató de empujar su pecho con su pequeña mano.
 
—¿Cómo podría odiarte…?
 
—Pero me estás alejando de esta manera.
 
—Eso es…
 
Ella se quedó sin habla y puso los ojos en blanco. Fue muy lindo ver su expresión sin saber qué hacer.
 
Quien parecía ser más joven no era Carlyle, sino Abella. Parecía tan pequeña e inocente que era difícil creer que fuera la madre de un hombre adulto.
 
Pero esa expresión valió la pena para Carlyle.
 
—Ni siquiera soy tu propio hijo, no salí de la vagina de mi madre.
 
Eso era cierto. Carlyle no era su verdadero hijo.
 
—Entonces no hay ningún problema.
 
Carlyle sonrió alegremente mientras acariciaba el suave cabello rosa de Abella.
 
—Así que, madre. Por favor, abre las piernas.
 
* * *
 

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